Stephen Hawking publica sus memorias y cuenta su difícil vida

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Ser el científico vivo más famoso del mundo no es fácil, aunque a veces deja anécdotas graciosas. En su último año como estudiante en Oxford, el físico Stephen Hawking, hoy postrado en una silla de ruedas por la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), se sentía «cada vez más patoso». «Fui al médico tras caerme por las escaleras, pero lo único que me dijo fue: ‘Deja la cerveza».

Así lo explica el propio Hawking en sus memorias, Breve historia de mi vida (Crítica), recién publicadas en España. Lo primero que deja claro es que se le da bien bromear, incluso con su enfermedad: «La primera descripción científica del tiempo la dio en 1689 Isaac Newton, que ocupó la silla de la misma Cátedra Lucasiana en Cambridge que ocupé yo (aunque en su caso la silla no era eléctrica)».
Pero no todo son bromas en el balance vital de Hawking. Sus memorias desvelan la difícil vida de un hombre que ha llegado a ser un respetado científico en su campo y posiblemente el divulgador de la ciencia más célebre junto a Carl Sagan con la dificultad añadida de luchar con una dolencia que día a día ha ido paralizando sus músculos hasta dejarle al borde de la muerte en varias ocasiones.

Después de tener su tercer hijo, ya postrado en una silla de ruedas por su enfermedad, Hawking se vio angustiado por la «depresión de su esposa». «Le preocupaba que yo muriera pronto y quería que alguien los mantuviera a ella y los niños y se casara con ella cuando yo no estuviera. Encontró a Jonathan Jones, músico organista de la iglesia local, y le dio una habitación en nuestro apartamento. Me habría opuesto, pero yo también pensaba que iba a morir pronto y sentía la necesidad de que alguien se ocupara de los niños cuando yo no estuviera». Aquella decisión fue el germen del primer divorcio de Hawking, pero también la prueba de que hasta las mejores mentes se equivocan.

El físico sigue vivo 35 años después de aquello y, a pesar de sus limitaciones, es capaz de contar su vida al público gracias a una computadora que maneja con la mejilla y que escribe a un ritmo que sería desesperante para muchas mentes normales: tres palabras por minuto. Más aún, este físico teórico hijo de un médico británico que investigaba enfermedades tropicales y su secretaria, ha hecho cosas que el común de los mortales nunca hará. «He conocido a los presidentes de Corea del Sur, China, India, Irlanda, Chile y EEUU. He dado una conferencia en el Gran Salón del Pueblo de Pekín y en la Casa Blanca. He estado bajo el mar en un submarino, en un globo aerostático y en un vuelo con gravedad cero, y tengo reserva para viajar al espacio con Virgin Galactic». Y como propina, un papa, Pablo VI, se arrodilló junto a él tras concederle una medalla en el Vaticano.Y eso a pesar de que Hawking ha repetido hasta la saciedad su idea de que no hace falta un dios para explicar nada de lo que sucede en el universo.

Fuente: el cronista