Vienen tiempos de politización de la sociedad: sólo con política se sale de la mediocridad

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Julio Bárbaro
 Ex interventor del Comfer. Autor del libro “Hablemos de política”

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Referente histórico del peronismo, Julio Bárbaro critica los últimos años de la política, aunque vislumbra un posible y futuro cambio a partir de la participación social. Convocado por El Cronista para este nuevo espacio de debate, se suma a las opiniones de Ricardo Lorenzetti, Beatriz Sarlo, Juan José Llach, Juan Carr y Gustavo Grobocopate.

La sociedad se está involucrando on la política, era hora. Hasta los programas de humor se dedican a invitar oficialistas y opositores. Alguno dirá que es un poco frívolo, pero por algo se empieza. La ola de autoritarismo feudal con pretensiones progresistas está llegando a su fin. Y por mucho tiempo quedará el sabor amargo del miedo a quedarnos sin democracia, sin libertad. Y nada tengo de neo liberal ni que le saquen el neo, pero adhiero a la libertad tanto como desprecio el fascismo como el estalinismo, las enfermedades más conocidas de la opresión. Hubo un encuentro casual entre feudalismo del interior y autoritarismos residuales. Y mostró de pronto lo desvalida que estaba nuestra sociedad frente a la invasión de los peores. Una desmesurada presencia de oportunistas contra una minoría de resistentes. Quedará ese sabor amargo de tantos que arreglaron con el autoritarismo para no perder sus beneficios. Hasta hay algunos, pocos, que imaginan que esto tiene visos de progresismo o veleidades parecidas. Aparecieron los viejos sobrevivientes del partido comunista, dueños de una ortodoxia permanente, quedaban pocos, pero encontraron un espacio en el poder que no imaginaban y que jamás hubieran logrado por votos. Los derechos humanos, que dejaron el lugar del prestigio social para ocupar el de actores del estado. Y los restos de la guerrilla que no habían hecho la autocrítica, todos con algún espacio en el poder. Y miles de nombramientos en el estado, decenas de miles, todos para inventar una supuesta militancia que en rigor nacía como burocracia antes de pasar por los sueños idealistas. Entre el egoísmo de los ricos y las prebendas de la burocracia oficialista, entre ambos poderes ser ciudadano es habitar un espacio de abandono y debilidad.

Néstor Kirchner era un pragmático, esa es toda su historia, nunca habló ni se interesó por los derechos humanos, al menos cuando apoyarlos tenía un costo. Se subió a ellos cuando ya era gratis, y hasta devaluando el lugar de Alfonsín, que había puesto el cuerpo cuando todavía las fuerzas armadas tenían poder.

El Kirchnerismo es bajar un cuadro cuando ya Menem los había vencido. Y se eliminó la crítica de la violencia para dejar solo la crítica a la dictadura. Ya no solo no había dos demonios, ahora queda un demonio y un espacio de santidad. Se desfiguró el pasado para ponerlo al servicio del resentimiento. Nada más demostrativo que el intento de Revisionismo encabezado por Pacho O’ Donell, un oficialista de todos los gobiernos. Una instalación del poder del estado por sobre lo privado en principio, pero esencialmente sobre los disidentes, sobre la libertad.

Se crearon con dinero del estado medios oficialistas, diarios, radios y televisión, dividiendo a la sociedad como nunca antes lo había estado. Se dedicaron desde esos medios públicos a denostar a todo disidente que se expresara, se inventó un oficialismo rentado sin talento pero con demasiados micrófonos. La Ley de Medios en su mediocridad confundió micrófonos con audiencia y dejo más fuerte que nunca a los que intentó eliminar.

Ahora ya los ministros se animan a visitar al enemigo Clarín. Ya ni ellos creen en sus propios medios.

Hubo un tiempo donde se soñaron eternos, con justicia degradada llamada legítima y con algún principio de persecución a todo disidente. Con el cuento de que había que derrotar a Clarín se fueron comprando los medios y cerca estuvieron de dejarnos sin espacios a la oposición. Y muchos, demasiados se acomodaron a esa decadencia de la libertad a cambio de mantener o generar prebendas y caricias del poder de turno.

Empresarios y sindicalistas, Gobernadores e intendentes, el reparto de los beneficios del estado avanzó comprando y oprimiendo a buena parte de la sociedad. Queda el sabor amargo de que pocos están dispuestos a luchar por una causa justa, que pocos se atreven a poner la dignidad por encima de las ganancias. Demasiados distraídos y acomodaticios, demasiados dispuestos a aplaudir sin siquiera necesitar escuchar las palabras que merecen su elogio. Un autoritarismo que desnudó personas e historias, un oportunismo demasiado parecido al que acompañó a la dictadura. Una sociedad donde se impone siempre la tentación del beneficio personal. Donde ni siquiera se expresa la solidaridad con los que luchan, donde demasiados ocupan el lugar de distraídos. Una sociedad donde se eligió la división como camino a alguna pretendida justicia, donde el poder se imaginó el dueño del espacio del bien y dejo a todo disidente para ocupar el territorio del mal. Y todo esto en manos de personajes que se enriquecían como pocos mientras nos contaban la historia de que estaban beneficiando a los necesitados.

La imagen de Venezuela llamó a silencio a demasiados, la crisis económica marcó la incapacidad de los responsables, el peso de un Papa convertido en un actor principal en el mundo forjó un espacio de cordura que convoco a la propia Presidenta. Se acabaron los sueños de eternidad, se va tomando conciencia que ni siquiera pueden engendrar herederos, que sus enemigos de ayer se convierten en aliados necesarios del mañana. El cambio parece débil pero en rigor es enorme, abarca dos mundos o sistemas antagónicos. Los que creyeron vencer a sus supuestos enemigos hoy terminan en un fracaso que los acerca más al ridículo que a la supuesta década ganada.

Y vienen tiempos de politización de la sociedad, de pronto tomamos conciencia que solo con la política podemos salir de la mediocridad. Nos comenzamos a hacer cargo de nuestros votos. El oficialismo se debilita y queda sin herederos, los candidatos que asoman necesitan salir del sueño del salvador de la patria, del personalismo que terminó volviendo secundarios a los partidos y a las mismas ideas. El privatismo exagerado de Menem y la fundación mediterránea engendro el estatismo desmesurado de los Kirchner. Entre el estado gigante y pocas empresas dueñas de todo, los ciudadanos quedamos convertidos en esclavos. La riqueza no es el único motor de la historia, ni la economía puede explicar todo. La política exige un espacio superior al de los meros negocios, entre el liberalismo empresario que no madura y el sectarismo izquierdista de muchos resentidos que se conforman con destruir lo que pueden, por encima de ambos infantilismo se encuentra el espacio de la política. Necesitamos la energía de lo privado y los límites que pone el estado. Pero falta compromiso de muchos, de los que tienen mucho que perder y ni se involucran en nada que no les signifique negocio. Somos la sociedad políticamente más débil del continente, o al menos entre las más frustradas.

Desde ya que cada uno debe hacer su autocritica. Le ponemos pasión al fútbol y tenemos sobrados actores que nos representan. Nunca respetamos a la política y está a la vista lo mal que nos va. Es hora de comprometernos con lo colectivo, de enamorarnos de la política, es la única salida.

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