Francisco: “Quiero lío en las diócesis, una Iglesia que salga a la calle”

Papa

El Papa Francisco vivió ayer la jornada más intensa desde que aterrizó en Río de Janeiro. El lluvioso día carioca, que comenzó con una visita a una favela y continuó con un emotivo encuentro con 5 mil jóvenes argentinos, se cerró como seguramente nunca imaginó apenas unos meses atrás, cuando simplemente era Jorge Mario Bergoglio: aclamado casi como una estrella de rock por un millón de jóvenes de todo el mundo, concentrados en las playas de Copacabana. “Es feo ver a un obispo triste. Por eso vine hasta acá a contagiarme de su entusiasmo”, les dijo a los eufóricos fieles el ex arzobispo de Buenos Aires, con una amplia sonrisa.
Durante todo el día, tanto desde sus palabras como desde sus acciones, su mensaje fue uno solo y muy claro: no quiere una Iglesia ensimismada, encerrada, ni una feligresía aburrida y cómoda. Pretende protagonismo, movimiento, cambio.

“Si ustedes me preguntan qué espero de esta Jornada Mundial de la Juventud (mi respuesta es) que haya lío. Quiero que haya lío en las diócesis, que salgan y hagan lío afuera”. Así comenzó el discurso que dio por la tarde ante unos cinco mil jóvenes argentinos, encuentro que Bergoglio pidió agregar en agenda a último momento. “Quiero que la Iglesia salga a la calle. Las parroquias, los colegios, las instituciones son para salir. Si no salen, se convierten en una ONG y la iglesia no puede ser una ONG”, agregó el Papa ante la ovación de la audiencia. Más allá de esta reunión, los gestos de argentinidad se sumaron a lo largo del día: varias veces besó banderas argentinas, tomó mate mientras recorría las calles en el “papamóvil”, se reunió con futbolistas brasileños y recordó a Buenos Aires, sede de la primera JMJ en 1987, en su discurso al final del día.

Por la mañana, en su recorrida por las calles de la favela de Manginhos, Francisco arremetió también contra la corrupción, uno de los detonadores de las masivas protestas que estremecieron Brasil poco antes de su visita. “A ustedes les repito: nunca se desanimen, no pierdan la confianza, no dejen que la esperanza se apague. La realidad puede cambiar”, dijo (ver aparte). Y en lo que podrían llamarse los primeros delineamientos de su manifiesto social, dijo que los ricos del mundo deben hacer mucho más para eliminar las diferencias entre los que tienen y los que no: “Nadie puede permanecer indiferente ante las desigualdades que aún existen en el mundo”.

“Que cada uno, según sus posibilidades y responsabilidades, ofrezca su contribución para poner fin a tantas injusticias sociales”, añadió.

Pero fue sin duda el encuentro de la noche, la gran fiesta de bienvenida de los jóvenes en las playas de Copacabana, el plato fuerte del día. Pese a la lluvia y el frío viento, un millón de jóvenes llegados de todo el planeta escuchó el mensaje del Papa, quien los invitó a participar en una “revolución de la fe”.

“Miren, queridos amigos”, dijo Francisco, “la fe lleva a cabo en nuestra vida una revolución que podríamos llamar copernicana, porque nos quita del centro y pone en él a Dios. La fe es revolucionaria. Y yo te pregunto: ¿estás dispuesto a entrar en esta onda de la revolución de la fe? Sólo entrando tu vida joven va a tener sentido y así será fecunda”, exclamó.

A Francisco se veía alegre y emocionado, como viene sucediendo desde que arribó a Río el lunes pasado. Aunque ante los argentinos se sinceró y confesó que se sentía por momentos “enjaulado” dada las estrictas normas de seguridad.