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Hoy, más del 50% de la población mundial vive en ciudades. En 2030, la cifra llegará al 70%. América latina, además, presenta otra particularidad: grandes capitales como Buenos Aires, Bogotá y Santiago tienen casi un tercio de la población de sus países.
Más población genera más demanda para servicios de infraestructura como viviendas, transporte, energía y agua potable, mientras que problemas ambientales como el cambio climático hacen más difícil que las ciudades puedan desarrollarse de una forma sustentable. Los problemas requieren innovación técnica, legal, ambiental y nuevos modelos de negocios. Desde esos desafíos, han surgido nuevos paradigmas: ciudades sustentables y ciudades inteligentes.
Imagínese viviendo en una ciudad como la siguiente: programa el despertador a las 7.30. Cuando suena, las luces se prenden, ligeramente. Se baña con agua caliente, sabiendo que no se genera contaminación. La fuente energética para las luces y toda la casa es una combinacion de paneles solares y energia de su coche eléctrico. En lugar de ir directamente al trabajo, en hora pico, se queda trabajando un par de horas en la casa vía tecnología teletrabajo. Cuando decide ir al trabajo, toma el subte, que también usa energía limpia. Su smartphone le indica el minuto y segundo preciso que viene el próximo tren. Los trenes están equipados con Wi-Fi rápido para poder leer el periódico durante el camino.
Así comienza el día en una ciudad sustentable e inteligente. Llegar a ella depende de un ciudadano activo, empresas responsables, un activo tercer sector, trabajando en forma conjunta con un gobierno local que es abierto, transparente, proactivo y moderno. ¿Pero cuál es el papel para cada uno de ellos?
Ciudadano: está involucrado en los procesos del diseño de los programas para su comunidad. Tiene acceso a la tecnología mínima para tener información en tiempo real sobre el tránsito, consumo energético de su casa y eventos culturales. El ciudadano es consciente del impacto de su vida a la ciudad y toma iniciativa para bajar su impacto.
Empresas: pueden desarrollar soluciones para minimizar el tráfico, ofrecer tecnología más limpia, construir oficinas ecológicas, ofrecer a su personal desarrollar el teletrabajo y vincularse con el tercer sector.
Tercer sector: hay un gran crecimiento de ONGs enfocadas en mejorar la calidad de vida en ciudades o dedicadas al medio ambiente, a formar y a asistir a gente discapacitada y a niños. Además, están creciendo los civic entrepreneurs, que generar soluciones para las ciudades.
Gobierno local: las ciudades pueden abrir data para permitir a la ciudadanía y al sector privado desarrollar programas y aplicaciones para facilitar el acceso a la información en tiempo real sobre la eficiencia del gobierno, la calidad de la educación, la tasa de crimen y el tránsito. En ciudades inteligentes, el Gobierno también genera oportunidades de interacción con la ciudadanía para codesarrollar el futuro.
Los desafios para las ciudades en America latina son grandes. Pero, ya hay soluciones disponibles para mejoran la calidad de vida de la ciudadanía. Bogotá, Quito, Medellin, Santiago, Buenos Aires, Tigre y Río, están avanzando con programas inteligentes. Pero las ciudades solo pueden ser más sustentables e inteligentes con el apoyo del sector privado, el tercer sector y los ciudadanos. Bancos, empresas de logística, software, retail y telecomunicaciones, entre otras firmas de servicios, implementan, cada vez más, políticas para reducir la contaminación generada en la oficina. Según Adriana Cáceres, directora de Diamonds, una consultora de RSE y marketing sustentable, las compañías del rubro pueden adoptar más rápidamente políticas de reducción o mitigación, por las características de sus procesos.
Es que una compañía de servicios no tiene una chimenea, sino que tiene una oficina, grafica Gabriel Iezzi, coordinador del área Desarrollo Sostenible de PwC Argentina. Por lo cual, su emisión se refleja en el uso de energía eléctrica para iluminación, refrigeración o ascensores. Así como en el traslados de empleados.
La polución de estas firmas es relevante: cada argentino, en promedio, produce, por año, 5,71 toneladas (tn) de CO2, por las emisiones producidas por el uso de energía, transporte, alimentación y hábitos de consumo, trabajo y esparcimiento, entre otras, según la Dirección de Cambio Climático de la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable.
¿Cómo empezar? Antes que nada, midiendo la cantidad de emisión de Gases de Efecto Invernadero (GEI) a lo largo de toda la cadena productiva, que incluya a terceros, explica Marcelo Iezzi, Associate Partner de PwC Argentina. Luego, especifica, es necesario identificar en qué sectores habría que reducir las fuentes de CO2 a través de un cambio de logística o tecnológico.
Luis Piacenza, socio de Crowe Horwath, a cargo del Área de Sustentabilidad, realiza una observación previa: No mediría la huella de carbono tan rápido. Primero, relevaría qué tan relevante es (un determinado proceso) y por qué merece que la mida.
Por su parte, Alfredo Pagano, socio líder de la práctica de Sostenibilidad de Deloitte Argentina, agrega: El principal desafío pasa por lograr la convicción de la alta gerencia, al momento de articular los esfuerzos y de involucrar políticas de eficiencia de recursos en su modelo de negocio. Una vez incorporado, el mensaje que baje al resto de los niveles de la organización será más claro y consistente, independientemente de que la organización brinde servicios o produzca bienes.
Manos a la obra
Para facilitar el trabajo de medición existen guías, como The Greenhouse Gas Protocol Initiative (GHG Protocol), que fija tres alcances: el consumo interno (emisiones propias), las compras de insumos (energía o agua) y la compra de otros bienes. Una vez realizada la medición, los expertos suelen recomendar actuar en cuatro grupos de políticas:
Consumo energético: aquí se incluye el aprovechamiento de la energía, la iluminación de bajo consumo y los edificios verdes.
En la Argentina, Banco Macro trabaja en la materia. En 2012, redujo su consumo de energía en áreas centrales en un 14,8%, respecto de 2011. Lo logró, según explican desde el banco, con el apagado de carteles y marquesinas en la vía pública y dentro de las oficinas, fuera del horario laboral; la incorporación de iluminación LED; la modernización, de los ascensores, y la instalación de temporizadores en dispensers, cafeteras, impresoras y PC.
Por su parte, Carrefour lanzó sus tiendas Eco Amigas, diseñadas y equipadas con criterios de sustentabilidad. Por ejemplo, el uso de luces LED reduce un 65% el consumo de energía eléctrica. Allí, también separan residuos en origen y dan bolsas reutilizables.
La eficiencia energética es un punto clave también para las firmas de Tecnologías de la información (TICs). Aquí, Google, IBM, Claro, Dell y Global Crossing, entre muchas otras, mejoran sus data centers con sistemas de enfriamientos que permiten ahorrar hasta 50% de las energía.
Los caminos son varios. En Global Crossing, por ejemplo, decidieron invertir en virtualización, en vez de aumentar la cantidad de servidores, reduciendo tanto costos como emisiones. En tanto, la compañía IBM, a través de sus centros de I&D, creó patentes para que los servers generen 30% menos de calor. Su meta global incluye reducir 4% la energía consumida.
Transporte: en el país, los viajes generan 51% de las emisiones de CO2 de un empleado, según la secretaría de Ambiente. Por eso, cada vez más empresas buscan coordinar el transporte de su personal, sustituir traslados físicos por teleconferencias y hasta regalar bicicletas.
Banco Galicia es una de las firmas de servicios que trabajan en esto. Según comentan, en 2011 logró reducir un 5% las emisiones provenientes de los viajes de negocios en avión realizados por sus colaboradores. La clave fue cambiar los vuelos de cabotaje por una flota de autos propia.
La firma de logística Deutsche Post DHL, también se ocupa del tema. Para 2020, el compromiso de la empresa es reducir sus emisiones un 30%. Lo está haciendo a través de un plan llamado Go-Green por el que se plantean soluciones y metas medibles para mitigar este impacto.
Compra de insumos: adquirir bienes y servicios a empresas que busquen reducir la huella y compartan políticas de RSE es una vía indirecta de reducir el impacto. Una de las que sigue la tendencia es IBM, firma que evalúa y audita a quienes estén involucrados con el manejo de residuos especiales y scrap. Sin una evaluación previa y la aprobación de IBM Corporate, la compañía no opera con los mismos, explican en la corporación. Asimismo, la empresa comenta que tiene un Sistema de Gestión Ambiental (EMS, por sus siglas en inglés), usado en todo el mundo, en donde releva su impacto ambiental y el cumplimiento de las normativas.
Generar conciencia: otra manera de colaborar con esta medida es compartir las problemáticas y las políticas que se ejecutan con los consumidores y con los mismos empleados, para que apliquen en su vida diaria.
Uno de los proyectos, en este sentido, es Medí tu huella, (www.medituhuella.com), de Banco Galicia, un proyecto de concientización interna y externa sobre la huella de carbono. Allí, los usuarios pueden cargar sus acciones y hábitos y saber cuanto CO2 generan y cómo pueden reducirlo.
Por su parte, Carrefour, en las mencionadas tiendas Eco Amigas, brindan información en sus góndolas, con material reciclado, que buscan concientizar sobre la utilización de materiales provenientes de bosques certificados e invita a los clientes a sumar su voluntad de reciclar acercando sus envases Tetra Brik. Además, en alianza con Unilever y con Fundación Reciduca, posee un programa para reducir el impacto ambiental, generando inclusión social, por medio de La posta del reciclado.
Perspectivas
Alfredo Pagano, de Deloitte, afirma que es fundamental, dentro del modelo de gestión que adopte la organización, involucrar el diseño e implementación de indicadores de gestión o Key Performance Indicators (KPIs), con el objetivo de cuantificar puntos críticos de consumo, realizar un seguimiento y, finalmente, optimizar el consumo de recursos por parte de la organización.
Muchas de estas medidas además de reducir la huella de carbono, también reducen costos operativos. Entonces, se puede ver como mejora del negocio. Si se aborda el tema desde la eficiencia energética, vas a tener la posibilidad de convencer al sector financiero para que hagan inversiones. Hay muchas tecnología al alcance de la mano, añade Luis Piacenza, miembro de la delegación de América latina que participó en el evento donde se presentó G4, en Amsterdam.
Por otra parte, los especialistas consultados están preocupados porque, en el país, no se ven medidas de compensación de productos o actividades, por parte de empresas de servicios, sino más que nada en reducción.
Desde Diamonds, destacan que es posible, por ejemplo, compensar, total o parcialmente, la huella de carbono generada en eventos, campañas o actividades mediante. La implantación de especies nativas es uno de los vehículos.
Existen, sin embargo, algunos casos locales de la tendencia, aunque más vinculada a empresas industriales. Cabaña Argentina, por ejemplo, a raíz de la inauguración de una nueva planta frigorífica en General Las Heras, plantó 500 árboles de algarrobo en el Gran Chaco Argentino. Así lleva reduciendo su impacto ambiental en 500 toneladas de CO2.
En 2012, en tanto, Banco Macro realizó acciones de compensación de CO2 en ocasión del evento de lanzamiento de 5° Reporte de Sustentabilidad. El CO2 generado, se compensó mediante la implantación de algarrobos blancos, en El Impenetrable. A fin de año, además, la empresa regaló a sus empleados un deseo sustentable, por el que el personal recibió un árbol de regalo, que pudieron plantar en El Impenetrable.